Reseña de «Los secretos de Diotima»

El poder de Eros o como acercar los clásicos a los lectores de hoy

Publicado por Juan Ángel Juristo, 7 de octubre de 2019

El poder de Eros  o como acercar  los clásicos a los lectores de hoy

Debate de Sócrates y Aspasia. Nicolas André Monsiaux

Desde hace años, incluso antes de cambiar de nombre, cuando se llamaba Escolar y Mayo y nació en 2007 con la vocación de ser la editorial universitaria por excelencia en el habla castellana, esta casa nos tiene acostumbrados a ediciones primorosas, dentro de esa tradición tipográfica ilustrada, por referirnos sólo a escritores que han ejercido de editores, que en el pasado siglo tuvo a Juan Ramón Jiménez, Zenobia Camprubí, José Bergamín y Manuel Altolaguirre. Y digo esto porque la editorial posee ese gusto que hace que al ver un volumen impreso por ellos pensemos de inmediato en similares logros. Tan poco abundan.

Ahora, Escolar saca una nueva colección con el ánimo de acercar los clásicos al mundo de los profanos en los mismos o, por lo menos, los que no los frecuentan. Para ello y bajo el título de Los secretos de Diotima y con la intención de hacer realidad aquellas palabras de Diotima de Mantinea que Platón pone en boca de Sócrates en El Banquete, es decir, invocar el verdadero poder de Eros que es el de “transmitir e interpretar a los hombres los mensajes de los dioses y a los hombres los mensajes de los dioses: los ruegos y sacrificios de los unos, los mandatos y recompensas de los otros”, se han impreso los primeros ocho volúmenes que pronto serán acompañados de otros tantos:

Sobre el amor, de Platón; Sobre la felicidad, de Séneca; Sobre la educación de los hijos, de Montaigne; Sobre la amistad, de Cicerón; Sobre el placer y la naturaleza, de Epicuro; la Antígona, de Sófocles; Lisístrata, de Aristófanes y el Anfitrión de Plauto. Luego vendrán otros como Doctrina para morir, de Quevedo; Errores de juventud, de San Agustín; El Libro de Job, de Fray Luís de León y, sobre todo, Séneca, con títulos como Sobre la serenidad o Sobre la brevedad de la vida.

Se nos ocurre que ese papel de Eros, de intermediario entre los hombres y los dioses, es decir, utilizando libremente la metáfora, entre lectores y clásicos, sólo lo pueden cumplir los traductores y lo cierto es que los editores se han preocupado que cada pequeño libro, el formato es de 9×14 cm, se distinga por una traducción de probada calidad. Para ello se ha cuidado las versiones hasta el punto de hacerlas canónicas: la de Óscar Martínez García para el libro de Platón; Antonio Barnés para el de Séneca; Constantino Román y Salamero para Montaigne, gran admirador de la cultura greco-romana; Antonio López Fonseca para el libro de Cicerón y el de Plauto y, finalmente, Miguel del Rincón se ocupa de Sófocles y Aristófanes. Como muestra de este modo de presentar las traducciones pongamos un ejemplo de la Lisístrata, de Aristófanes:

“—Si las hubieran invitado a una juerga báquica o de Pan o de la diosa del Folleteo en la colina de la Verga, no se habría podido ni pasar por el barullo de las panderetas. En cambio, ahora no asiste ninguna mujer. ¡No, mira, pero si aquí aparece mi vecina! ¡Dichosos los ojos, Calónica!

—¡Si, yo también me alegro de verte, Lisístrata! ¿Por qué estás mosca? Hija, no pongas cara de policía, que no te favorece arquear las cejas”

Pues eso.

Unos libros en pequeño formato que me recuerda en sus primorosas páginas aquella colección de La Verónica que hacía Manuel Altolaguirre en México o, si quiere, los Crisolines de Aguilar y, respecto al exterior, la colección La Memoria, la joya de la editorial Sellerio de Palermo y que dirigió Leonardo Sciascia. Vale decir, una colección que debería ser referente.

Los libros de los clásicos son ejemplares. Aquí, en esta colección, se atiende a la virtud. En el libro que abre la colección, no en vano es Platón, se recogen los discursos de Fedro, Pausanías, Erixímaco, Agatón, Aristófanes, el relator de los seres de cuatro brazos y cuatro piernas que Zeus dividió, y Sócrates, completando el volumen las líneas dedicadas a la llegada de Alcibíades y los referentes a las escaleras de Diotima, metáfora sobre el modo de alcanzar lo divino; los 28 capítulos de Sobre la felicidad, de Séneca, están encabezados por unas frases a modo de ladillos que hacen entrar en materia al lector… pero no en vano la tragedia era considerada la reina de las artes en el mundo clásico, por lo que la inclusión de la Antígona, de Sófocles es pertinente.

Aclaremos que en el envés de la escalera de Diotima está la política. No hay más que asistir al encierro de Antígona por parte de su tío, Creonte, rey de Tebas, acusada de haber dado sepultura a Polinices, su hermano y considerado traidor a la patria, para entender ese alegato… que dura hasta hoy. Como ejemplo de espejo cóncavo, en la tradición del Callejón del Gato valleinclanesco, la Lisístrata, de Aristófanes, donde las mujeres se niegan a acostarse con sus maridos mientras duren las guerras entre Atenas y Esparta… que, por lo menos como ideal para algunos grupos feministas, dura hasta hoy.

Todo esto forma parte del aperitivo. La comida, es decir, el grueso de la cosa, está aún por llegar.

Hay que felicitarse.